Ayer, después de observar el partido que Barcelona ganó en Quito a la Universidad Católica, me quedé en silencio por unos cuantos minutos, analizando lo sucedido. Estaba en la casa de un amigo azul junto con otros dos amigos hinchas del mismo equipo (curiosamente, mis mejores amigos son seguidores de ese club), uno de ellos arrodillado, rezando para que Universidad Católica empate el partido. En medio de la risa que me causaba el enojo de mi amigo porque Vilson Rosero no centraba bien, y ya observando que el partido estaba ganado, me senté cómodamente en el sillón de la sala para mirar los últimos tres minutos del partido. Al final, terminó el encuentro, y lo que debía ser una cara sonriente y de alegría de mi parte, extrañamente se transformó en una de preocupación e incertidumbre. Lejos de entender mi estado de ánimo en ese momento, no le presté mucha atención y preferí dejar ese tema a un lado y acompañar a mis amigos en la mesa.
Toda la tarde estuve con esa sensación muy rara en mi pensamiento, como si algo no estuviera bien. Conversé con mis amigos, almorzamos, vimos el partido de su equipo, y casi de inmediato, al final de ese partido que empataron los azules con Olmedo, nuevamente me embargó un sentimiento de preocupación. Por eso, me levanté de mi asiento, fui hasta la cocina, me serví un vaso con agua, y mientras bebía varios sorbos, tomé el periódico de deportes que estaba en el mesón, justo en la parte de la tabla de posiciones, y entendí lo que me pasaba. En voz baja, y casi como si estuviera hablando solo, dije: "Esta película es repetida". Comprendí que mi preocupación, y extraña sensación de incertidumbre era porque, nueve meses después, sucedía lo mismo: Barcelona está cerca de quedarse fuera de la liguilla. Con sus 32 puntos, los 'canarios' deben ganar y esperar que Deportivo Cuenca y El Nacional pierdan sus compromisos de locales con Deportivo Quito y Liga de Quito, respectivamente. Y si hasta el Cuenca o Nacional empatan, Barcelona deberá golear al Técnico Universitario para igualar en puntos, pero superar el gol diferencia de los 'morlacos' y 'criollos'. Pero lo que pasa en este momento es lo mismo del año pasado: calculadora en mano, esperando los supuestos, posibles y presuntos, y no definiendo las cosas por nuestra cuenta.
Sin embargo, en medio de esa sumatoria que hacía para revisar las posibilidades de mi equipo, lancé varios comentarios al aire, también en voz baja: "Pero a los equipos que entren a la liguilla no les conviene que Barcelona no juegue esa parte del torneo porque la taquilla sería muy baja"; "¿Cómo jugará Liga con El Nacional?"; "¿Y si nos toca con Emelec en la fase de grupos? De ley nos podría tocar ir solos a la liguilla, sin otro equipo de la misma ciudad"... Por supuesto, todas mis ideas muy barcelonistas, pero también muy reales. En resumen, mi preocupación se basaba en qué sucederá con Barcelona si esas sumatorias que hacemos no cuajan y nos quedamos sin cupo para la liguilla. ¿Podremos entrar en la fase de grupos? ¿Cuán peligroso es no asegurar un espacio en esta primera etapa y jugársela el todo por el todo en el último semestre?
Salí de la cocina, tomé mi celular y empecé a escribir este artículo para enviarlo por e-mail a la bandeja de entrada de mi correo y subirla al blog al siguiente día. No quería olvidarme de todo lo que pensaba en ese instante porque las palabras fluían como si redactara algo que conociera de memoria, y mientras tanto, la mente se me llenaba de recuerdos nefastos, momentos de tristezas, desazón, lágrimas que brotaron de varios rostros de la gente que va al estadio con unas cuantas monedas en el bolsillo y dejando atrás un montón de problemas, con el único fin de reir, sentir como su piel se eriza al escuchar el canto de la hinchada, por gritar un gol y abrazarse con la persona que se sienta al lado suyo y de la cual no conoce ni un carajo; por sentirse un poco más importante que de costumbre; por mirar al cielo y decir "Gracias mi Dios"; por agarrarse el escudo de su camiseta y besarla como si él estuviera en la cancha celebrando ese gol que lo grita medio país... Pero en medio de ese recuerdo, también se mezclaron varias imágenes, entrecortadas, diría que hasta no muy claras, que eran de los momentos de alegría, de los goles en la Copa del 90 y 98, de los campeonatos del 91, 95 y 97, de las gambetas de Alfaro, las atajadas de Cevallos, las "puteadas" de Montanero, los desbordes del Chino Gómez, los cabezasos de Uquillas, los remates de media distancia del "emperador" Rosero... Por este motivo, me detuve un par de minutos, tratando de entender qué diablos me sucedía... Borré unas cuantas líneas de mi e-mail, y de nuevo las escribí, pero de nuevo las borré. Entonces, mejor decidí guardar la información que tenía en ese momento y dedicarme a otra cosa.
A eso de las 11:PM, tomé mi celular y cuando me disponía a enviar un mensaje de texto, me topé con este e-mail. Pensé borrarlo, pero decidí continuar escribiendo. Más tranquilo, y con el silencio de la noche, pensé detenidamente en este extraño día. Y cuando más confundido me sentía, a tal punto que nuevamente pensé en borrar el e-mail, mi papá se acercó a mi cuarto y me dijo: "¿Si viste el partido de Barcelona? Y pensar que antes los otros equipos dependían de nuestros resultados. ¿Cuándo perdimos esa mística que tenía mi Barcelona?", y se fue contrariado, y en gran parte porque no supe qué responder, pero lo que no sabía es que me ayudó a descifrar lo que tanto me tuvo preocupado en ese día. Para explicarme mejor, mi padre también es barcelonista como yo, tiene 62 años, 40 más que yo, y es de los que me cuenta cómo desde muy chico iba al Modelo y soportaba las empapadas de orina por las fundas que lanzaban desde la parte alta del graderío, pero lo hacía porque se emocionaba con las atajadas de Ansaldo, cómo la explosividad de Tiriza, por los cabezasos de Spencer, por los tiros libres de 'wacho' Muñoz que llevaban "olor a gol", por cómo descuartizaban a los delanteros el 'ministro' Lecaro y Luciano Macías... Pero ahora, "mi viejo", ya no quiere ir al estadio. Su decepción por el equipo viene desde hace muchos años atrás. Cuando yo tenía 13 años, él me regaló su palco en el estadio, el mismo que tuvo desde que inauguraron el estadio. Para los que son barcelonistas de vientre, este tipo de cosas se convierten en un legado, en algo mucho más importantes que una graduación... Por eso, lo recibí con una inmensa alegría. Pero ahora, a pesar de que yo tengo dos palcos, agradece mis invitaciones al estadio, pero su respuesta es un rotundo NO, salvo una excepción en este año, cuando lo convencí para ir, pero al final, me dijo lo mismo: "por favor, no me traigas más, duele ver que la camiseta sea manchada de esta forma".
Pero bueno, sin salirme del tema, el comentario que me hizo mi papá era el que tanto busqué ayer. Si recordamos un poco lo de otros años, Barcelona era un equipo del cual todos dependían. Cuando jugábamos Copa Libertadores, los que nos acompañaban, esperaban como otro hincha amarillo que ganemos de visitante para clasificar a la otra etapa (Espoli en el 95). Y qué decir en los campeonatos locales, como cuando la bandeja de la Pajarito Cantos se llenó de hinchas azules festejando los goles de Alfaro Moreno en el 94, contra El Nacional, para darles el título nacional... ¿Recuerdan a los emelecistas gritando el gol de Alfaro y festejando la salvada con la cara de Raul Noriega? Yo lo recuerdo como si fuera ayer, y más cuando mi propio cuñado (también azul), nos dio la mano a mi tío, a mi papá y a mi y nos dijo: "gracias por la ayudita"...
A esto se refería mi papá, de los famosos favores que Barcelona hacía a todos, y que ahora con calcuradora en mano, espera que los otros equipos se los devuelvan, después de más de una década. La diferencia es que, en esos momentos, Barcelona no lo hacía pensando en "hacer favores", sino en respetar su trayectoria, a su hinchada, a su gente, es decir, JUGANDO CON SU MíSTICA... Y acá llegaron varios técnicos con "ganas" de recuperar esa mística. Es más, sin temor a equivocarme, todos llegaron con el mismo discurso: "un equipo grande como Barcelona debe ser campeón, no puede ser segundo. Sé que tiene varios años de no ser campeón y nuestro trabajo será el de recuperar el sitial del club. Hoy soy un barcelonista más, etc, etc". Pero con las mismas "ganas" se vinieron abajo los equipos de Jorge Solari, Víctor Luna, Juan José Peláez, Pedro Marchetta, César Mario Jacquet y Luis Cubillas. Este último fue el que más habló de recuperar esa pasión por Barcelona, por tenerlo mejor, por volver a ser el protagonista de América, y no porque lo escuchaba en la prensa, sino porque se lo decía a un amigo mío que era compañero de mesa en el casino, cuando se lo topaba después de los partidos de Barcelona... Y no critico su gusto por esto, sino porque su fórmula ganadora nunca funcionó. Por supuesto que en el paso de cada uno de estos técnicos, cada dirigente también tuvo su porcentaje de culpa.
Pero en fin, cúlpenme por ser muy pasionista o por hablar de más, pero para mi, la mística del Barcelona ganador, el Barcelona derrochador, el que iba a Quito y goleaba cuando le daba la gana o que ganaba un campeonato de principio a fin, está extraviada, y hasta el momento, nadie la encuentra. Llegaron varios entrenadores con menor, igual o mayor reconocimiento que Reinaldo Merlo, y claudicaron en esa búsqueda. En esta ocasión, ¿alcanzará con Mostaza para recuperar la mística? Por el bien de mi equipo, espero que sí, pero por lo pronto, en la última fecha de esta primera parte, iré con mi calculadora, una libreta de apuntes, una radio y la tabla de posiciones, para saber si "el favor" que necesitamos, es una realidad. Y por cierto, si saben cómo recuperar la mística, avísenle al Mostaza. Estoy seguro que lo ayudará mucho.