Así como está planteado el presente, Barcelona no tiene un futuro alentador. Tal vez ocurran éxitos a corto plazo que aminoren los golpes, pero lo más probable es que sólo sean temporales.
Desde hace una década, Barcelona no sabe lo que es ser campeón. El equipo más popular del país no ha tenido ni un día de gloria después de la victoria conseguida en el estadio La Olla de Asunción, Paraguay, el 22 de julio de 1998, frente a Cerro Porteño, por las semifinales de la Copa Libertadores de América. Fue la última vez que gozamos las mieles del éxito. ¿Recuerdos? Sí, sólo recuerdos, añorados, pero sólo eso, recuerdos.
Sin embargo, luego de ser dirigido por cinco Presidentes, sentar en el banquillo a más de 50 técnicos, contratar alrededor de 200 refuerzos entre nacionales y extranjeros, dejar de lado a los jugadores de su cantera (sólo utilizados como último recurso), y quedar vergonzosamente fuera de una fase final del campeonato ecuatoriano 2007, en noviembre de ese mismo año, Barcelona iniciaba un sueño, una ‘Renovación’, tal como lo denominó en ese momento su Presidente electo, Eduardo Maruri.
Inmediatamente, el “equipo de la década” tomaba forma. La dirigencia fichó a jugadores con importantes trayectorias, que ciertamente colmaban las expectativas de los millones de hinchas amarillos. Claro que al mismo tiempo se desembolsaban fuertes sumas de dinero por compras de pases y firmas de contratos con elevados salarios. Al final, Barcelona reunió 15 nuevos jugadores, para formar una plantilla valorada en USD 11 millones, un récord para nuestro país, ya que es la más costosa en toda la historia del fútbol local.
No obstante, pasó lo que nunca tuvo que pasar: Barcelona se convirtió en un club mediático, lleno de estrellas sobrepagadas que alcanzaron el deleite antes de demostrar que se lo merecen.
Carros lujosos, departamentos en ciudadelas exclusivas, atención privilegiada, en resumen, una vida de realeza. ¿Se lo ganaron? En un principio, no. Y después, con el transcurso de los partidos, ¿justificaron ese gasto? En lo absoluto. La pérdida del cupo para disputar la Copa Sudamericana, y el penoso rendimiento del equipo en la primera fase del torneo deja un saldo totalmente negativo de este primer semestre de ‘La Renovación’.
En realidad, no critico la intención de la dirigencia de contratar jugadores de renombre, pero sí el tratamiento que se le dio al tema remunerativo, en el que la mayoría coincide en que estuvo sobredimensionado.
Me pregunto: ¿Acaso es necesario “seducir” a los jugadores con jugosos contratos? ¿No es suficiente con saber que vestirán la camiseta del máximo ídolo de un país y que gozarán del cariño de la gente? Al parecer, ser jugador de Barcelona ya no es sinónimo de orgullo para algunos. Ahora es más importante el dinero y los privilegios. Por supuesto, esto no ocurre con todos.
Pero este análisis va más allá de unas simples preguntas. Aunque a muchos les moleste “recordar la historia” (algunos lo llaman “vivir en el pasado”), en esta ocasión debo utilizar mi memoria para trasladarme varios años atrás cuando un empresario, Isidro Romero Carbo, también tomó las riendas de Barcelona. Su apuesta fue pagar sueldos muy atractivos, quitar al resto de clubes de sus principales figuras y generar un recambio estructural del equipo, convertirlo en un verdadero “ídolo de América”. Y lo logró.
Durante su gestión se obtuvieron cinco títulos nacionales, un sub campeonato de América, el primer título internacional barcelonistas como es la Copa Antonio Labán, además de la construcción de un estadio propio. En 14 años como Presidente, este fue el superávit del equipo de Romero. ¿Cuál fue el déficit? Una sede social embargada, más de 10 juicios por incumplimientos de contratos, deudas por doquier, una paupérrima inversión en la cantera del club, lo cual es el fiel reflejo de un trabajo irresponsable.
Mientras Romero estuvo como máximo directivo del club, ninguno de estos inconvenientes saltaron a la luz. La llegada de figuras rimbombantes robaba las miradas de la hinchada y de la prensa, que en cada inicio de año se sorprendían por el poderío del equipo, y a la vez, esto eclipsaba los aprietos por los que pasaba Barcelona, tanto en el tema económico como el futbolístico.
Se fue Romero y la historia, bueno, ya la conocemos. Aunque las comparaciones son odiosas, todos estamos sujetos a ellas, y mucho más en cosas como esta. Por eso, ¿cuál es la diferencia de la dirigencia de Romero con la de Maruri en lo conceptual? Por supuesto, ahora hay mayor organización de comisiones, una figura más real de club de fútbol. Sin embargo, la esencia es la misma: grandes sueldos, plantillas con jugadores estrellas que gozan de un currículum importante, derroche, lujos, extra comodidades, etc.
Por supuesto, algunos dirán “pero los de Romero tuvieron que esperar dos años para salir campeones”. Y en definitiva, así fue. Y no es que esté mal esperar, tener procesos a largo plazo. Pero si ese comentario surge, pues formulo otro igual: ¿qué hacemos en su momento si es que esta dirigencia termina su período (positiva o negativamente) y sucede lo mismo que pasó con Romero? Nadie afirma que sucederá, pero tampoco puede asegurar que no pasará.
En esta nueva versión del Barcelona, ¿cuál es el precio que se paga por esta sobreoferta de sueldos? Ser héroes cuando no han ganado nada. Tener una vida de campeones y no demostrarlo en la cancha. Si la memoria no me falla, en el 2003, los más importantes referentes de Boca Juniors ganaban un sueldo acorde a la realidad argentina. No estaban fuera de lugar, a pesar que si los hubieran estado, era totalmente comprensible por los éxitos logrados años atrás. Pero no era así. ¿Qué es lo que hacía la diferencia con los sueldos de otros clubes argentinos? Los incentivos, los premios por objetivos ganados, por metas cumplidas a corto, mediano o largo plazo. No es mentira, y si es que hay dudad podemos consultarle esto a uno esos grandes jugadores de ese Boca que ahora viste la camiseta amarilla. Lo que recibió, se lo ganó en la cancha.
Es verdad que Barcelona es un pozo petrolero, pero como todos los pozos, hay que saberlo trabajar, tener a las personas idóneas, no sacar todo lo que se tiene porque en algún momento se acabará y no quedará nada. No es por el bien de un grupo u otro, es por el beneficio de una institución que rompió mitos, unió razas, nos hizo olvidar de los problemas y nos llevó a soñar con ser grandes.
Hay tiempo para corregir, cambiar, realizar esos grandes ajustes que son necesarios. Para los jugadores, el mensaje es claro: luchar por la gloria sin pensar en lo material, para ganarse el respeto de la hinchada y honrar a esos grandes gladiadores que hicieron de Barcelona lo que siempre será, un orgullo nacional. Para los dirigentes, sólo un consejo: menores sueldos, mayores incentivos y filosofía de proyecto. Lo aplicaron varios equipos ídolos de sus países y los resultados se dieron al poco tiempo. Es que, los grandes presupuestos no aseguran éxitos. Los incentivos obligan al ser humano a luchar por ser mejor, y eso lo sabemos desde que somos niños.
Fuente: Artículo de mi autoría publicado en la primera edición de la Revista Hincha Amarillo.
no saben de fútbol, jorge luis. no se han preocupado por saber de fútbol. quieren meter un círculo en un cuadrado. igual le pasó a romero hasta que "medio aprendió".
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